El cementerio No Católico: un rincón en Roma que va más allá del mundo del Catolicismo

En el invierno de 1821, en el corazón de Roma, en una casa ubicada en la Scalinata della Trinita dei Monti yacía un inglés. El hombre estaba muriéndose. Era el poeta John Keats. Tenía tuberculosis y con la muerte aproximándose a su lecho le pidió a un amigo que inspeccionara el Cementerio Protestante, donde quería ser enterrado.

El amigo tuvo tiempo de volver con el reporte: el lugar estaba bien para que los huesos del poeta descansaran. Desde todos estos años, sus restos se encuentran en ese hermoso lugar. Tan pronto como atraviesas sus puertas, el ruido del tráfico empieza a desvanecerse. A medida que caminas, el aire se llena del sonido de los pájaros y la esencia de las flores. El sol se cuela entre los árboles y sus rayos caen en las filas de lápidas.

Las lápidas se erigen en una cuesta que culmina en una pared que tiene cerca de 2.000 años de antigüedad. Se trata de una muralla que fue parte de la defensa de la Roma antigua. Este lugar es ahora conocido como el Cementerio No Católico y cuando lo visité en una mañana de primavera, parecía estar sumergido en una paz profunda.
Tomé el camino que lleva a una esquina alejada, a la tumba de Keats.

«Escrito en agua»
Sobre la grama que la rodea, había una alfombra brillante de margaritas blancas. Sin embargo, las palabras en la lápida capturaron la tristeza y la sensación de fracaso que inundó al poeta en sus últimos días.
Solo tenía 25 años y el mundo aún estaba por reconocer su genialidad. Él sintió que no había dejado huella alguna.
El epitafio que pidió para su lápida dice: «Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en agua».

El amigo y también poeta, Shelley, calificó el cementerio como el más bello que había visto. Poco tiempo después, él mismo terminaría allí. Un año después de la muerte de Keat, Shelley se ahogó en la costa de Italia y sus cenizas se encuentran enterradas debajo de la muralla romana.

Por encima de la tumba se levanta, apuntando hacia el azul del cielo, una torre de vigilancia en ruinas. Quizás es una muralla donde los fantasmas de legionarios todavía montan guardia. Alrededor de los restos de Keats y Shelley, en las miles de tumbas que se encuentran allí, yacen otros poetas y pintores, escultores y escritores. Junto a ellos también hay diplomáticos, soldados, turistas…

No católicos
Por siglos, Roma, con toda su historia, sus glorias pasadas y su fe antigua ha atraído a personas de todos los rincones del planeta. Por supuesto, no todos eran católicos. Cuando morían aquí, la situación que se presentaba podía llegar a ser un poco incómoda. No podían ser enterrados en tierra consagrada católica. Pero hace unos 300 años, el Papa Clemente XI decretó la creación de un cementerio protestante, que se extendía dentro de los muros sagrados de la ciudad.

Algunas de las primeras personas en ser enterradas allí eran visitantes ingleses que resultaron heridos o enfermos mientras recorrían Europa. Otros que terminaron en el cementerio vinieron a Roma con la esperanza de que el clima mediterráneo beneficiara su salud, pero la decepción resultó ser fatal. Algunas veces, la malaria y el cólera los esperaban en las orillas del río Tíber.

Y otros encontraron la muerte en Roma de manera violenta, como es el caso de una víctima del tráfico de la ciudad. Se trataba de un viajero que murió cuando intentaba esquivar un carruaje conducido por caballos que se volcó.
También hay víctimas de accidentes de caza y un disidente iraní que fue asesinado. Ellos reposan debajo de árboles de cipreses.

Lejanía
Algunos en este cementerio pudieron haberse sentido muy lejos de sus hogares, de sus tierras, especialmente cuando se acercaba el momento de dar el último suspiro. Pero muchos escogieron morir aquí. Seguramente amaron Roma, la adoptaron como propia y vivieron una vida larga y feliz en este lugar.

Ahora toda esta gente yace junta. Estadounidenses y suecos, rusos e irlandeses, serbios y japoneses, protestantes, cristianos ortodoxos, judíos, musulmanes y ateos. Una gran comunidad internacional de muertos. Y en esta mezcla de personas y tradiciones, ves un abanico de manifestaciones que reflejan cómo ellos intentaron darle sentido a la muerte.
Algunos lo hacen de una manera muy simple, con solo pocas líneas en sus lápidas.

«Recordaré mientras haya luz y en la oscuridad no olvidaré», dice una lápida que captura el duelo de un familiar.
Pero algunos han intentado expresar sus emociones en formas mucho más elaboradas. En una de las lápidas se erige una escultura de un ángel semidesnudo, tan alto como un hombre y con alas de piedra que se levantan por encima de su cabeza.
Pareciera como si acabara de aterrizar. Fija su mirada a lo largo del cementerio, viendo las mariposas revolotear entre las sombras y entre las tumbas.

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