Valga como ejemplo esa del camposanto de la Soledad de Huelva en la que se lee: «Aquí yace William Martin». Sobre todo porque es conocido por ser «el hombre que nunca existió», ya que solo fue una identidad falsa —dada al cadáver de un mendigo irlandés— para llevar a cabo la Operación Mincemet, con la que el Servicio de Seguridad Británico engañó a los nazis
Marta Sanmamed, pionera y trabajadora incansable a favor del turismo de cementerios en España, habla de historias como esta, amén de muchas otras en ‘Aquí yace. o no’, un curioso libro que recoge entre sus páginas desde las tumbas más fascinantes a las esquelas más inquietantes.
Todo empezó con su pasión por estas necrópolis, donde ella se inspira y se relaja con largos paseos, y con la creación junto a unos amigos de Pervive.com, un portal pensado para que fuera más fácil dejar una condolencia o escribir unas palabras en memoria de los difuntos que creció junto a un blog en el que ahora se encuentra todo tipo de información relacionada con la muerte.
«Lo curioso con este turismo de cementerios es que los españoles visitan los de las ciudades a las que viajan en el extranjero, pero luego no conocen los suyos», afirma Sanmamed mientras espera que todo esto cambie. «En España hay cementerios tan bellos como el de San Isidro en Madrid que, a pequeña escala, se parece a los cementerios de Père-Lachaise (París) y de La Recoleta (Buenos Aires), dos de los tres más bonitos del mundo, ya que en el primer puesto estaría el de Staglieno (Génova)».
El naturalista inglés Charles Darwin se mostraría sorprendido si supiera que bautizaron con su nombre unos premios que, a título póstumo, reconocen las muertes accidentales más disparatadas.
«Mi favorita es la de una mujer que, después de ser rescatada in extremis por un policía que la había visto caer en un río, se volvió a tirar al agua para recuperar su motocicleta. Ya no hubo quien pudiera salvarla», explica Sanmamed. Mención honorífica mereció, aunque sobrevivió a aquella aventura, un tal Larry que, sentado en una silla de jardín enganchada a 45 globos de helio, voló hasta entrar en el espacio aéreo del aeropuerto de Los Ángeles.
Y es que morir a veces no es tan fácil, menos aún desaparecer sin contaminar. Habida cuenta de que la inhumación y la cremación tienen un gran impacto medioambiental existen otros métodos mucho más ecológicos, que eso sí aún no han llegado a España. El primero es la resomación, que consiste en introducir el cuerpo envuelto en seda en una especie de lavadora donde se produce una hidrólisis alcalina que reduce a cenizas el cadáver.
«Pero el que viene pisando fuerte es la promación. Primero se congela el cuerpo y luego se mete en nitrógeno líquido y, tras un proceso en el que extraen al agua del cuerpo, lo reducen a polvo y meten las cenizas en unas pequeñas cajas de maicena o patata».
Promessa Organic, compañía sueca dedicada a las promaciones, da la opción, si se quiere, de plantar sobre esos restos una planta, cerrando así un ciclo y abriendo otro. De este modo ya no hay que gastarse 280.000 euros en un ataúd de oro que incorpora teléfono por si despertáramos bajo tierra. Con mucho arte De vuelta a las fosas, cuenta Sanmamed que las cenizas del pintor, escritor, filósofo y pornógrafo francés Pierre Klossowski están sepultadas en el Cementerio de Arte de Morilles (Salamanca). «Lo importante de este cementerio son sus enterramientos.
Las cenizas de Klossowski se llevaron en una carroza magistral, con telarañas y todo. Más rocambolesco fue montado por Javier Utray, ya que tuvo que llevar una grúa enorme para poder meter su Pontiac Grand Prix en una urna de hormigón. Él, que fue uno de tantos artistas que murió tristemente abandonado y olvidado, fue el primero en colgar sus corbatas (de Mickey) en una encina, algo que la gente ha seguido haciendo imagino que para recordarle».
Y entre las canciones de Germán Coppini, la maleta de Alberto Greco, un torso que perteneció a Paul Naschy o un libro de poemas de Fernando Arrabal, el último entierro, a cargo de Vicente del Bosque, dio sepultura al balón Jabulani, aquel tan esférico que causó tantos quebraderos de cabeza durante el mundial de Sudáfrica en 2010.
Así, entre obras de arte, acaba este paseo escrito que va desde tumbas tan escalofriantes como la de El beso de la muerte, en el cementerio de Poblenou (Barcelona), donde se ve a un esqueleto alado robándole el aliento a un joven, a esquelas como las firmadas por J. L Casaus, que desde hace muchos años y cada 21 de marzo se pueden leer en un periódico nacional.
Por cierto, Sanmamed desvela que, a pesar de los rumores que corren por los blogs de que son mensajes encriptados por una organización secreta, no son más que las cartas de un hombre enamorado. Pero las rutas continúan en los cementerios, en muchos incluso guiadas, y dicen que sus anfitriones son de general corteses, solo habrá que disculparles que no se levanten.