En una de las sociedades que más rápido envejece del mundo, los ancianos japoneses se preocupan por un asunto de vida o muerte: Encontrar un hogar para después de la muerte en algunas islas falta espacio. Para algunos, la alta tecnología es la solución.
La mayor parte de los muertos en Japón se incineran de acuerdo a la tradición budista, y las urnas con sus cenizas se entierran en cementerios tradicionales con una lápida de piedra.
Pero cuando el terreno para una tumba en Tokio cuesta al menos dos o tres millones de yenes (entre 12.000 y 18.000 euros), muchos están eligiendo como lugar de descanso un panteón de alta tecnología y varios pisos que cuesta un tercio de esa cantidad.
Y es que ahora la tecnología se ha puesto de moda en estos columbarios. Ya existen sobrios edificios de tres plantas situados juntos a templos budistas, en donde se utiliza una tarjeta de identidad para conectar con las lápidas y urnas que llevan las cenizas de su difunto.
Una máquina similar a una estantería y situada tras un altar las transporta, mientras suena música y se muestran imágenes de los fallecidos en un monitor de televisión. Toda una innovación.