El Ayuntamiento de Ávila organizó el pasado viernes, coincidiendo con la entrada del verano y el día más largo del año, su segunda ruta cultural por el cementerio de Ávila. Un año más ha sido un éxito de público encantado de conocer lo que tienen que contarnos las piedras y los que en este lugar descansan
La visita estaba dividida en tres partes, la primera de ella “Piedra y recuerdo” se centró en la explicación de los diferentes tipos de enterramientos que se han realizado a lo largo de la historia, todos ellos cargados de simbología y cuyo fin último era recordar a los que se había ido.
Son muchos los interrogantes que surgen entorno a los cementerios y muchos de ellos sin respuesta porque “nadie ha vuelto para contarlo”.
En Ávila podemos contemplar cementerios vettones, romanos, árabes y cristianos. Podemos ver tumbas en el suelo, “normales” y tabicadas, nichos o columbarios, y algún que otro panteón de “familias de rancio abolengo” como dice la canción. O el crematorio, una costumbre que data de la época de los vettones
El cementerio de Ávila se abrió en 1890, pero antes de este ha habido otros lugares donde enterrarse como dentro de las iglesias o pegados a los muros de las mismas, e incluso los caminos. Además, los niños que fallecían tenían una zona especial reservada para ellos porque no iban al cielo sino al limbo, lugar que ya no existe por decisión de Benedicto XVI.
La segunda de las rutas “familias y linajes” nos llevo por la parte central, la más “rica” del cementerio en cuanto al tamaño de las sepulturas y a la arquitectura de las mismas. Los Sánchez Albornoz, los Caprotti, Aranguren, Vallespín, y varios marqueses cuyos títulos eran de privilegio, es decir, lo habían recibido por aportar dinero a obras de caridad.
Muchos de ellos no murieron en Ávila pero dejaron por escrito que querían descansar aquí, será que la distancia de Ávila al cielo o a dónde cada uno considera está más cerca desde aquí.
Llama la atención que varios ilustres como la Duquesa de Valencia o Alfonso Querejazu, personajes importantes para la ciudad de Ávila se enterrarán de una forma muy sencilla, cuando tenían bienes y posesiones en vida u ocuparon una posición privilegiada en la cultura e historia no sólo de Ávila sino también de España.
La última de las rutas se centró precisamente en Alfonso Querejazu, un intelectual de origen boliviano pero que pasó los últimos 20 años de su vida en Ávila. A él le debemos, entre otras muchas cosas, las conversaciones político religiosas de Gredos que se consideran un germen de la transición española.