Ken y Nicole, una pareja de Ontario, Canadá, pretendían mover el vallado de su propiedad. En medio de las obras descubrieron unos huesos enterrados, que en principio pensaron que podrían pertenecer a algún animal.
Pero tras avisar a los agentes de la policía local se enteraron de que en realidad eran restos humanos. La policía requirió de los servicios de un antropólogo forense, que tras realizar una investigación determinó que se trataban de los restos óseos de una mujer, de unos 24 años de edad.
Todo un hallazgo arqueológico, porque los huesos fueron datados a finales del Siglo XVII. Es decir, era el enterramiento de una de las primeras aborígenes canadienses de las que se tiene constancia.
En principio el descubrimiento causó una gran sorpresa, aunque esta fue mayor cuando les llegó la factura de 5.000 dólares del Registro Municipal de Cementerios, según la cual, al estar los restos en su propiedad, ellos eran los responsables de hacer frente al coste del estudio arqueológico.
La pareja pide la intervención del Alcalde, pero hasta el momento, la minuta por tener un esqueleto de más de cuatrocientos años en el jardín parece que les ha quitado las ganas de seguir haciendo excavaciones en su propiedad.
Los vecinos de un pueblo cercano, Aamjiwnaang, están realizando una recaudación para ayudarles a afrontar los gastos, pero nadie desde la administración se ha mostrado hasta ahora dispuesto a contribuir a la causa.