Los descubrimientos arqueológicos relevantes sobre los primeros siglos de la era actual en los que Barcelona era genuina y esplendorosamente romana, es decir Barcino, se suceden sin pausa.
A la cosecha, en plena recolección, de la extensa villa vitivinícola destapada por las obras de la macroestación de La Sagrera se añaden los primeros resultados contrastados de la gran necrópolis destapada, para sorpresa de los expertos, en las excavaciones y las obras de rehabilitación del edificio de las Drassanes.
Se han identificado aquí cerca de un millar de fragmentos de marfil correspondientes a lechos funerarios de lujo de nobles del imperio que fueron incinerados en algún momento de la larga vida útil de más de 500 años de la necrópolis, entre los siglos I y VI.
De este importante cementerio han aflorado tres zonas. Una con 19 inhumaciones y otras dos con incineraciones en un total de 11 urnas de vidrio y cerámica de producción local. Es en este mausoleo de cenizas donde han aparecido los centenares de fragmentos de marfil parcialmente quemados.